martes, 28 de abril de 2009

Control

El largo recorrido profesional del fotógrafo holandés Anton Corbijn se ha centrado casi exclusivamente en el ámbito musical, ha retratado en las últimas cuatro décadas a los artistas más importantes del panorama internacional y con su insustituible blanco y negro ha definido y renovado la imagen de bandas tan importantes como U2, Depeche Mode, Echo & The Bunnymen, Nirvana, Metallica, Travis, The Killers o Coldplay, y de solistas como Johnny Cash, Nick Cave, Bryan Adams, Ian McCulloch o Joseph Arthur.
Corbijn es además un consumado realizador de videoclips, ha dirigido más de 75, y hace dos años sorprendió dirigiendo también un largomentraje, “Control”, cuya dificultosa distribución ha motivado que llegue a nuestras pantallas con tanto retraso y con tan pocas copias. En “Control” Corbijn ha decidido contar la historia de una de las primeras bandas a las que retrató y una de las que más le impactaron, Joy Division, banda tan mitificada por su indudable calidad musical como por la prematura muerte de su líder, Ian Curtis, con tan sólo 23 años.

Diseccionar un icono músical como Ian Curtis es el objeto de “Control”, dándole tanto o más importancia a su complicada vida familiar como a su impactante presencia sobre un escenario. La película se abre con la etapa estudiantil de Ian y concluye los días previos al inicio de la primera gira americana de Joy Division, cuando decidió ahorcarse derrumbado por el empeoramiento de su epilepsia, por su inminente divorcio de Deborah y por el desbordante éxito de su banda, muy por encima de sus humildes ambiciones.
Esta visión cotidiana y familiar de Ian Curtis se debe a la procedencia de la fuente, el film se basa en la biografía “Touching from a distance” escrita por su viuda Deborah Curtis, editada en España desde hace varios meses. A través de ella se supo de la doble vida que Ian llevaba con una joven belga llamada Annick y de la imposibilidad de compaginar su breve carrera musical con las responsabilidades propias como padre y esposo.

Muy interesante es el contexto en el que se enmarca el film, el post punk de finales de los 70 en la ciudad Manchester y el mundillo musical que se abría camino al abrigo de Tony Wilson y su Factory Records (James, Happy Mondays, A Certain Ratio, Orchestral Manoeuvres in the Dark, etc) mucho más minuciosamente retratado en “24 hour party people”, de Michael Winterbottom. Joy Division fue la punta de lanza de la Factory Records, Tony Wilson firmó con ellos un contrato con su propia sangre. Ese hecho aún siendo supuestamente verídico resulta exagerado y hasta cómico, desentonando un poco con la sobriedad de la que hace gala en todo momento el film.
El reparto está compuesto por el desconocido Sam Riley que encarna espléndidamente a Ian Curtis, aparte del asombroso parecido físico que guarda con el cantante de Manchester, Riley ha hecho un notable trabajo de estudio y composición para clavar su forma de comportarse sobre un escenario y su característico baile epiléptico. Corbijn ya descubrió el magnetismo de Samantha Morton durante la filmación del videoclip de U2, “Electric storm”, y ahora confia en ella el papel de la sufrida esposa de Ian, Deborah. La bella Alexandra Maria Lara (“El hundimiento”, “El léctor”) interpreta a Annick Honoré la tercera en discordia, su atenta mirada contemplando las actuaciones es mágica.

El resto de la banda: el guitarrista Bernard Sumner, el bajista Peter Hook y el batería Stephen Morris son interpretados respectivamente por James Anthony Pearson, Joe Anderson y Harry Treadaway, los tres tras la muerte de Ian formarían una banda revolucionaria de la música electrónica de los 80 y 90, “New Order”, junto a la teclista Gilliam Gilbert; del DJ Tony Wilson se encarga el televisivo Craig Parkinson y el cantante alemán Herbert Grönemeyer realiza un breve cameo.
La fotografía (como no podía ser de otro modo) es en blanco y negro, viene firmada por Martin Ruhe y aporta al retrato de Macclesfield una mezcla de sordidez y nostalgia.
En el apartado musical el film juega una de sus mejores bazas ya que pueden escucharse varios temas de los ídolos de Ian (David Bowie e Iggy Pop), los temas más conocidos y los no tanto de Joy Division como “She’s lost control” – de la que toma el film su título -, “Shadowplay”, “Transmisión” o “Love will tear us apart”.
Tras biopics sobre Janis Joplin, Jim Morrison, Jerry Lee Lewis, Ritchie Valens, Tina Turner, Johnny Cash, Ray Charles, Edith Piaf y un largo etcétera, éste sobre Ian Curtis carece de la grandilocuencia típica de este tipo de biografías que le confiere un resultado estimulante, convincente e irreprochable raramente visto. La faceta artistica y la personal están equilibradas, aunque algunos echen en falta más partes musicales; de cualquier modo es más que probable que cuando salgas de verla lo primero que hagas es ir a una tienda de música y busques un completo recopilatorio de Joy Division.

2 comentarios:

Un solitario con pipa y copa de coñac dijo...

Ian Curtis sin Bruno Stroszek no habría sido nada. Fue, justo gracias a él, por lo que se forjó a leyenda del inglés indomable... O más.

Un solitario con pipa y copa de coñac dijo...

Por cierto, tengo ganas de ver la peli, y más aún después de haber leído tu reseña... Hala majo!