domingo, 8 de febrero de 2009

La duda

“La duda” viene precedida por el enorme éxito de su paso por Broadway, se representó ininterrumpidamente desde marzo de 2005 a julio de 2006, y por hacerle ganador a su autor John Patrick Shanley del premio Pulitzer y del Tony. Su adaptación al cine era solo cuestión de tiempo.
John Patrick Shanley vivió durante algún tiempo la vorágine de Hollywood, debutó como guionista con “Cinco esquinas” (1987), un film bastante olvidado hoy que al menos sirvió para dar a conocer a actores como Tim Robbins o John Turturro; con su segundo guión, “Hechizo de luna” (1987), se llevó un Oscar a casa, pero a partir de hay no fue todo tan fácil como cabría esperar.
Su siguiente guión “El asesino del calendario” (1989) contaba con un reparto inigualable y sin embargo no había por donde cogerla, y su salto a la dirección con la inclasificable “Joe contra el volcán” (1990), fue un fracaso considerable a pesar de contar con una pareja protagonista con tanta química (como lo demostrarían después en “Algo para recordar”) como Tom Hanks y Meg Ryan. El guión de “¡Viven!” (1993) sí fue un paso adelante pero… con “Congo” (1995) consiguió el poco honroso honor de ser nominado al Razzie; entonces Shanley tomó la decisión de abandonar el cine para hacer carrera como dramaturgo y así se ha ganado la vida durante una década sin hacer mucho ruido, hasta que en 2004 escribió “La duda”.

“La duda” no trata de ocultar sus orígenes, cuenta con pocos personajes y muchos espacios cerrados, si no fuera por las imágenes de apertura del film y por una mención al reciente asesinato del Presidente Kennedy no sabríamos siquiera en que época enmarcarla, ya que su discurso está hoy de máxima actualidad. En los tiempos que corren es muy sencillo levantar una calumnia que se pueda sostenerse sobre la nada más absoluta, sin necesidad de aportar siquiera pruebas.
“La duda” tiene la valentía de tocar un tema tan espinoso como la pederastía en la Iglesia Católica sin caer en el morbo y sin ser partidista.
A mediados de los 60 en un colegio religioso del Bronx se hayan representados los dos extremos de entender y predicar la palabra de Dios, desde la dureza y el tradicionalismo en la persona de la Hermana Aloysius (Meryl Streep) frente a la bondad y a la renovación que representa el Padre Flynn (Philip Seymour Hoffman); entre medias de ellos se encuentra la Hermana James (Amy Adams), una joven ingenua y maleable que observa un comportamiento extraño entre Donald Miller, el único alumno de color del centro, y el Padre Flynn. Al informar de los “hechos” a la Hermana Aloysius hará que el asunto tome dimensiones desproporcionadas en las que se pondran en duda cuestiones como la moralidad, la intolerancia o la sinceridad.

Shanley por la adaptación de su propio guión y sus cuatro protagonistas principales aspiran al Oscar: Meryl Streep sabe hacer magistralmente desagradable un personaje, ya lo hizo en “El mensajero del miedo” o “El diablo viste de Prada”, y ahora vuelve a superarse con la Hermana Aloysius; Philip Seymour Hoffman es un actor que con un físico muy complicado ha llegado a convertirse en uno de los mejores actores del momento, capaz de hacerlo todo, incluso a enfrentarse a la Streep sin despeinarse (su nominación al actor secundario es tan sorprendente como la de Javier Bardem del año pasado); Amy Adams demuestra que tiene más futuro del que muchos auguraron viendo “Encantada” y Viola Davis (como la madre del chico de color) que con solo 10 minutos en pantalla ha conseguido el mejor de los resultados.

Es muy inteligente que se haya elegido un tono para “La duda” digamos que ambiguo, porque aunque la Hermana Aloysius represente el personaje más negativo de la función, el Padre Flynn no las tiene todas consigo, es un personaje con muchas aristas y en ningún momento se nos hace creer que sea perfecto para así albergar en nosotros una duda razonable. Un excelente film con una sólida base teatral que muchos disfrutarán por la genialidad de sus interpretaciones y por lo inspirado de sus diálogos, pero que también a muchos les incomodará por tener la sensación de ver una obra de teatro filmada. Lo único que aquí no encontrarán será el telón bajando y la lluvía de aplausos, pero por lo demás…

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