lunes, 29 de septiembre de 2008

Che, el argentino



Creo que es difícil juzgar en su totalidad este film sin haber visto aún su continuación, “Guerrilla”. Este ambicioso y didáctico filme de Steven Soderbergh alcanzó una duración de 280 minutos y finalmente se decidió estrenarla dividida en dos partes bien diferenciadas de 140 minutos aproximadamente cada una (siguiendo lucrativos ejemplos anteriores, “Kill Bill 1 y 2” y “Death Proof” y “Planet terror”, en menor medida). Bien habría merecido la pena el esfuerzo de verlas juntas, como sí pudieron hacerlo en el Festival de Cannes, porque tras concluir “Che, el argentino” quedan muchas preguntas por resolver y muchas curiosidades.
Retratar un personaje como Ernesto “Che” Guevara es siempre un motivo de controversia porque siempre chocarán las opiniones de aquellos que creen que fue un héroe y de los que le consideran tan solo un asesino. Al margen de que sea más o menos veraz, que se juzgue desde una mayor o menor objetivad y de las libertades que haya podido tomarse Soderbergh, la forma de tejer esta historia no puede ser más acertada: se utiliza como nexo de unión el famoso discurso que el Che dio en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, el 11 de diciembre de 1964 y que concluyó con aquel “Patria o muerte” tan repetido desde entonces. El discurso filmado en blanco y negro (como también se grabó originalmente) enlaza con el color de acontecimientos tan destacados como el primer encuentro entre Ernesto Guevera y Fidel Castro, la creación del movimiento 26 de julio, el entrenamiento y fortalecimiento de la Revolución Cubana como resultado del malestar del pueblo y con objeto de derrocar al General Batista (un golpista que derrocó al presidente electo democráticamente en marzo del 52) y el empeño por culturizar un pueblo fácilmente engañable. La contienda de 80 guerrilleros por cambiar el curso de la historia se narra con necesaria agilidad (tengamos en cuenta que la acción real llevó más de dos años hasta que Castro ocupó los cuarteles de La Habana) y finalmente solo 12 de estos hombres vieron cumplidos su objetivo. En este punto se deja la historia pendiente hasta la llegada de “Guerrilla” (ignoro su fecha de estreno), en las que se nos contará las contiendas del Che en El Congo y en Bolivia, y como es lógico su confusa muerte en octubre de 1967. Muy inteligente también la decisión de los productores de rodar la película en castellano (tan solo se habla en inglés en las escenas que transcurren en blanco y negro, durante la visita del Che a Nueva York), aquí leeremos pocos subtítulos pero en Estados Unidos….

Rodada en México, Puerto Rico y España (Huelva y Madrid), los cubanos serán los que más pegas puedan ponerle a detalles geográficos, en el resto del mundo las localizaciones serán creíbles (ahí radica la magia del cine y el talento de los directores artísticos, responsabilidad que en esta ocasión recae en Laia Colet, quien ya se encargara de “Tierra y libertad” y “El perfume”).
La música de Alberto Iglesias sorprendentemente no resulta sorprendente, dudo que sea considerada para los Oscar como sí que ocurrió con “Cometas en el cielo” y “El jardinero fiel”, trabajos al menos mucho más efectistas y lucidos.
El que sí que tiene muchas opciones de ser nominado es Benicio del Toro (tras ser premiado en Cannes) pues su composición del Che es antológica, sin caer por ello en la sobreactuación. Borrará de un plumazo el vago recuerdo que alguno tenga de otros Che: Paco Rabal, Gael García Bernal o Eduardo Noriega.
También soberbio es el trabajo de composición, caracterización y locución de Demián Bichir como Fidel Castro, ensombreciendo el de Rodrigo Santero (el Jerjes de “300”) como Raúl Castro.
Catalina Sandino Moreno no aparece hasta los últimos minutos de esta primera parte y Julia Ormond apenas es reconocida por nadie en su breve papel, el tándem de “Fresa y chocolate” (Jorge Perugorría y Vladimir Cruz) aparecen bastante aunque hablan poco, y también se dejan ver por el film otros actores patrios como Elvira Mínguez y Unax Ugalde.

La definitiva recreación del Argentino que para bien o para mal ha hecho correr más ríos de tinta, esta película es “la ascensión” y la siguiente será “la caída”, dos partes bien necesarias y diferenciables en toda biografía impactante que se precie.
Para quien quiera conocer “los años de aprendizaje” de Ernesto Guevera deberá recuperar la estupenda “Diarios de motocicleta”, de Walter Sales, en la que se nos contó sus viajes por gran parte de Sudamerica, antes de concluir su carrera de medicina y en los que fue testigo de las injusticias y desigualdades sociales, fue aquí donde se forjaron sus ideales. Tanto este como el que hoy nos ocupa son muy recomendables.

1 comentario:

Unknown dijo...

Pasamos de las camisetas a la gran pantalla.Vamos prosperando.

Buen articulo.

Saludos.