Mi admiración hacia Paul Newman se remonta a mi niñez, cuando tan solo contábamos con dos cadenas estatales de televisión se daban propuestas muy interesantes que hoy son inimaginables por la contraprogramación y la guerra de audiencias, recuerdo que en los ochenta hicieron un monográfico sobre Paul Newman, todos los martes en horario de máxima audiencia emitían un film suyo, el ciclo empezó con “Marcado por el odio” (1956) y terminó con “Harry e hijo” (1984) y comprendió casi una treintena de sus títulos más destacados. A pesar de mi juventud no me perdía esa cita ineludible con el que terminaría convirtiéndose en uno de los actores que más me han fascinado.
Hace dos días a los 83 años Paul Newman falleció de un rápido cáncer, pero ha desaparecido para sus familiares, para la gente que le conoció personalmente; porque en mi caso está más vivo que nunca porque recuperando este año varios de sus trabajos he descubierto que su presencia sigue teniendo el mismo impacto, sus películas idéntica vigencia y que su carrera difícilmente será ya no superada sino igualada. Era el actor guapo que siempre caía bien a hombres y a mujeres, y tener un beneplácito tan generalizado sí que es un arte. Siempre fue comparado con Marlon Brando, Newman tuvo una vida mucho más feliz, fue bastante más solidario (nunca compró una isla para vivir él solo) y tuvo una madurez en pantalla infinitamente más digna (¿qué hizo Brando después de “El padrino” y “Apocalypse now” más que vivir de las rentas?).
Ahora que he recordado aquel ciclo vienen a mi mente imágenes e imágenes: le veo como Rocky Marciano tratando de seducir a una bella Pier Angeli en “Marcado por el odio”; con una muleta y la pierna escayolada chillando a Liz Taylor en “La gata sobre el tejado de cinz”; llorando con los dedos rotos en “El buscavidas”; matando a un hombre con la ayuda de un horno de cocina en “Cortina rasgada”; comiéndose 50 huevos duros en “La leyenda del indomable”; riéndose de Robert Redford porque este no sabe nadar en “Dos hombres y un destino”; haciendo el boca a boca a su hermano atrapado bajo un enorme tronco de árbol antes de morir ahogado en la olvidada “Casta invencible”; estafando a Robert Shaw jugando a las cartas en “El golpe”; le veo como el arquitecto que diseñó a su pesar una mortífera ratonera en “El coloso en llamas”; a punto de morir ahogado “Con el agua al cuello”; pegándose con el equipo rival mientras asiste atónito al strip-tease de Michael Ontkean en “El castañazo”; auto-convenciéndose de que no habrá más casos si pierde ese en “Veredicto final”; tratando de pulir un diamante en bruto del billar poniendo en práctica su propia experiencia en “El color del dinero”; durmiendo plácidamente con una sonrisa dibujada en el rostro en “Ni un pelo de tonto”; recibiendo un tiro en los huevos en “Al caer el sol”; asumiendo su propia muerte mientras por el ala de su sombrero cae la lluvia en “Camino a la perdición”,… Tantas y tantas imágenes…, genios así nunca tendrían que morir deberían pasar generación tras generación. Yo tuve el privilegio de vivir una larga etapa de su madurez artística, las generaciones venideras contarán al menos con su inmortal legado.
2 comentarios:
¡Larga inmortalidad al maestro!
Como dijo creo q George Clooney. "Este es el final de una era..."
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