El cine de acción vivió su momento dorado durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90 con actores como
como sus pilares fundamentales. El público terminó cansándose de estos divertimentos extremadamente violentos, argumentalmente lineales y rebosantes de testosterona, después serían los estudios quienes dejarían de apostar por ellas. El genero en sí no murió, simplemente se volvió más politicamente correcto y más autoparódico, sus héroes empezaron a contar con un componente irónico más marcado teniendo a
como su digno sucesor. Salvo contadas excepciones el género de acción en estado puro ha quedado prácticamente relegado al mercado de serie B y sus lanzamientos se hacen directamente en el mercado del DVD.
se convirtió en una presencia constante en este tipo de productos desde que lograra un enorme éxito con
(1996). Desde entonces su carrera encaminó un lento declive del que trató de salir del modo más digno, demostrando que podía ser un convincente actor dramático en
(1997), un vehículo destinado a callar bocas al que no se le prestó la atención necesaria. Negada la posibilidad de evolucionar,
(2003). El modo de recuperar el pulso taquillero y parte de la credibilidad perdida fue por la vía más rápida y sencilla, desempolvando a sus personajes más icónicos (sí es que este adjetivo se puede aplicar a algo que tenga relación con
) y taquilleros: Rocky Balboa y John Rambo.

La sexta entrega de Rocky -
“Rocky Balboa” (2006) - y la cuarta de Rambo –
“John Rambo” (2008) – sirvieron para reactivar la alicaida carrera de
Stallone, y para colocarlo de nuevo en primera plana. Ahora con el estreno de su octavo film como director,
“Los mercenarios”,
Stallone rínde tributo no sólo a un género siempre maltratado y a los cabezas visibles del mismo, sino que recupera un modo de hacer cine más artesanal que no requería de pantallas verdes ni de trucajes digitales. El film desde luego no oculta sus claras intenciones de convertirse en lucrativa franquicia, en un momento en el que
Stallone (63 años) debería estar pensando en la jubilación
El prólogo del film ya nos prepara para lo que vamos a ser testigos, un recital de violencia elevada a su máximo exponente, un catálogo de muertes atroces por la acción de la metralla, de los morteros, o de cuchillos de afilidas hojas. Todo ello encajado debidamente en un guión sencillo y conciso ideado por el mismo
Stallone con la ayuda de
Dave Callaham (“Doom”) y que trata de dar momentos de lucidez equitativos a todo su numeroso reparto, sin conseguirlo, ya que muchos de los actores están absolutamente desaprovechados. No es el caso de
Jason Statham, quien sabedor de contar con uno de los personajes más agradecidos de la función, aprovecha cada escena en pantalla, robándole por momentos el film al propio
Stallone.

Rodado en su mayor parte en la selva brasileña con un presupuesto más que holgado,
“Los mercenarios” presenta a un equipo de asalto disponible al mejor postor compuesto por el cabeza pensante y líder Barney Ross (un
Sylvester Stallone al que las operaciones de estética y el botox le han convertido en una vergonzosa caricatura, su doblaje además no ayuda a tomarselo nada en serio), su mejor amigo y mano derecha Navidad (un
Jason Statham que está estupendo y que es indudablemente el presente de este tipo de films), el experto en artes marciales Ying Yang (un
Jet Li que parece sentirse muy incomodo y no sólo por el hecho de que se pasen todo la película llamándole “medio metro”), el especialista en armas de fuego Hale Caesar (el ex-jugador de fútbol americano
Terry Crews quien ya tuvo un papel de peso en
“Gamer”), el responsable de los explosivos es Toll Road (encarnado por el ex-luchador de lucha libre Randy Couture), el soporte logístico y los tatuajes corren a cargo de Tool (el recuperado
Mickey Rourke en un breve papel con una caracterización muy similar a la que lució en
“Iron Man 2”) y como en todo rebaño siempre hay una oveja negra también está el francotirador Gunnar Jensen (el sueco
Dolph Lundgren quien estrena un film en nuestras salas después de 15 años sin hacerlo), un autentico psicópata que no hace más que causar problemas a Barney y sus hombres.
La misión para la que han sido contratados “los expendables” es derrocar a un tiránico dictador, el General Gaza (al que incorpora el puertorriqueño
David Zayas), que tiene a la pequeña isla de Vilena sometida a todo tipo de aberraciones e injusticias, con la ayuda de un misterioso ex–agente de la CIA, James Monroe (estupendo
Eric Roberts que vuelve a coincidir con
Stallone después de hacerlo en
“El especialista” hace 16 años) y de su esbirro, Paine (el también ex-luchador reconvertido en actor
Steve Austin quien libra una espectacular y larga pelea final con
Stallone). La población de Vilena tiene a una valiente heroína, Sandra (la guapísima
Giselle Itie proveniente de los culebrones mexicanos) que se opone con firmeza al regimen del General.

Sí por algo será recordado este film es por el hecho de haber conseguido reunir en una misma escena a
Stallone con sus ex-socios
Bruce Willis y
Arnold Schwarzenegger (los cuales ni siquiera aparecen acreditados). La escena en cuestión, aunque bienintencionada, resulta forzada con esos continuos guiños a
“Rambo”,
“Pulp fiction” y a la carrera política del actual Gobernador de California, sin demasiada gracia.

Juré que no vería
“Los mercenarios” y el verano ha sido tan poco fértil en títulos de interés que terminé haciéndolo, y aunque esté de moda criticarla diré que me la esperaba mucho peor y que durante algunos momentos despertó mi espíritu juvenil, ya que se trata de una película muy gamberra que no tiene ningún interés en tomarse en serio. Todo ese aíre autoparódico le sienta fenomenal al nuevo film de
Stallone, quien no sabemos sí con intención o sin ella ha facturado una cinta muy violenta, cierto, pero también muy divertida, que contiene algunas de las frases más estúpidamente ridículas que se han escuchado en mucho tiempo (ese “¡me han machacado!” que Barney suelta después de conocer el dolor a manos del bestial Paine es antológico).
“Los mercenarios” ofrece lo esperado, y con eso a veces es suficiente.
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