lunes, 5 de abril de 2010

En tierra hostil

Casi le habíamos perdido la pista a Kathryn Bigelow después de haber firmado dos clasicazos de los 90 como son “Le llaman Bodhi” (1991) y “Días extraños” (1995), su desangelado giro hacia el drama fantástico e intimista con “El peso del agua” (2000) y el monumental batacazo de “K-19: The widowmaker” (2002) nos habían hecho perder la esperanza, pero su nuevo film “En tierra hostil” (2008) ha sido - contra todo pronóstico - la causante del milagro.
Es cuanto menos que sorprendente que el hoy premiado film – 6 Oscar de la academia, incluyendo el de película y por primera vez en la historia el de realizadora para Bigelow – se pasase casi 2 años desfilando por festivales sin que se le prestara la más mínima atención y que tuviera una discreta carrera comercial – que tampoco ha reactivado en exceso el llamado “efecto Oscar” – en contraposición de las excelencias que de ella ha resaltado la crítitca desde un principio.

“En tierra hostil” es el crudo relato de las operaciones que un grupo de artificieros americanos realiza en Iraq, de las situaciones al límite a que se enfrentan durante el tiempo que dura su correspondiente misión, del desgaste psíquico irreparable – algo que ya criticaba contundente films como “En el valle de Elah” – que experimentan los soldados tras atravesar el engañoso umbral de la euforia provocada por la subida de la adrenalina y la dependencia que esta genera. El prólogo del film resume perfectamente las intenciones del film: “…la guerra es una droga”.

Bigelow, bajo la apariencia y textura de un falso documental, al que aporta su reconocible y llamativo estilo visual – siempre he pensado que no existe otra mujer que filme tan bien las escenas de acción como ella – critica lo absurda e injustificable que es la presencia americana en Iraq, la degradación que sufre la persona hasta el punto de quedar convertida en un cyborg que actua por instinto y que vive por y para el peligro.
El film ha supuesto además la revelación de un actor poco conocido, Jeremy Renner – visto en “28 semanas después”, “En tierra de hombres” o “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, entre otras - , y casi la presentación de otros dos absolutamente desconocidos, Anthony Mackie (“Million dollar baby”, “Half Nelson”) y Brian Geraghty (“Jarhead”, “Bobby”). Curiosamente las caras más conocidas del reparto – Guy Pearce, Ralph Fiennes, David Morse y Evangeline Lilly – quedan relegadas a papeles episódicos con muy poco peso en la trama y con el único film de conseguir un golpe de efecto en el espectador para que éste entienda que la guerra es caprichosa y aleatoria y que a cualquiera le puede tocar.

El guión de Mark Boal – curiosamente el autor de la antes citada “En el valle de Elah” – ganó un inmerecido Oscar y está repleto de efectismo por los cuatro costados, pero no es complicado disfrutar más que de la historia, de cómo está contada. Un final inspirado y reflexivo sube considerablemente el listón dejando una buena impresión final.

En un año más competitivo “En tierra hostil” quizás no habría sido la película del año, pero entre la megalomanía de James Cameron, la autocomplacencia de los Coen, el exceso y el poco academicismo de Tarantino y la sensación que deja el film de Lee Daniels de estar sobrevalorado, elijo sin dudarlo el último y esperado trabajo de Kathryn Bigelow, que por alguna razón ha sido tocado por un especie de ángel, librándole de su fatal destino.
Y ahora que escribo estas líneas se anuncia el nuevo proyecto de la directora que podría, al parecer, contar entre sus filas con Denzel Washington, Sean Penn y Javier Bardem. Su título “Triple frontera”.

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