domingo, 7 de diciembre de 2008

BERNSTEIN & WOODWARD: LOS PERIODISTAS QUE CAMBIARON EL CURSO DE LA HISTORIA

Tenía un vago recuerdo de ella, pero ahora que la he visto con ojos mucho más atentos y curiosos que entonces me he convencido de que “Todos los hombres del presidente” es una película fundamental de la década de los 70, un puzzle de investigación cuyas piezas van encajando perfectamente y una lección de la reciente historia americana que de suceder hoy en día difícilmente se repetiría.
Mucho tiempo tuve la idea equivocada de que “Todos los hombres del presidente” era un film largo y soporífero, supongo que no tenía entonces la edad adecuada ni para seguirlo ni para asimilarlo. Tampoco supe hasta ahora que Robert Redford hubiese sido alguien tan fundamental en este proyecto, empezando porque compró los derechos del libro desde que era un boceto, convenció a los autores para que enfocaran la narración con la investigación que llevaron ellos mismos como principal protagonista, produjo el film, convenció a Alan J. Pakula para que lo dirigiera y él mismo se animó a protagonizarlo para conseguir la financiación suficiente para levantar un proyecto de tal envergadura.

“Todos los hombres del Presidente” contaba la historia de dos jóvenes periodistas a cual más diferente del Washington Post, Carl Bernstein (interpretado por Dustin Hoffman) y Bob Woodward (por Redford) que investigando un robo en la sede del comité electoral demócrata que se produjo en junio de 1972 lograron desentrañar un complejo y enrevesado escándalo político que salpicó a la CIA, al FBI, al Ministerio de Justicia y al mismísimo Presidente de los Estados Unidos. La magnitud del escándalo Watergate fue tal que terminó provocando la dimisión de Richard Nixon en agosto de 1974.
Las pesquisas de Bernstein y Woodward no habrían llegado tan lejos sin las valiosas informaciones de un misterioso personaje conocido durante mucho tiempo como “Garganta profunda”, que se encargó de orientar la investigación de Woodward. La información salió a la luz en la portada del “Washington Post” manteniendo la confidencialidad de la fuente y suponiendo un bombazo; hoy en día sería impensable que algo así sucediera porque tal bombardeo de información por tantos canales haría de cortina de humo y nunca se habría aceptado una fuente anónima, los jueces habrían inhabilitado a los periodistas, perderían sus trabajos y su credibilidad y la verdad habría quedado oculta. Eso es lo que hoy sucedería.
En el año 2005 salió a la luz que “Garganta profunda” era el número 2 del FBI, Mark Felt, y que su actuación más que altruista fue derivada por la desilusión de no haber sido tenido en cuenta para sustituir al director del FBI, J. Edgar Hoover.

Toda esta trama a lo largo de dos horas diez minutos es tratada con una minuciosidad envidiable y un ritmo ágil, no obstante nadie pasó por alto que la reciente “Zodiac” le debía demasiado a este filme de Pakula, un sólido reparto encabezado por Hoffman y Redford, y con Jack Warden, Martin Balsan, Ned Beatty, Jane Alexander, el televisivo Stephen Collins en uno de sus primeros papeles, y unos impresionantes Jason Robards (oscarizado por su papel del exigente editor Ben Bradlee) y Hal Holbrook (como el misterioso “Garganta profunda”, un actor apasionante que inexplicablemente no fue nominado a un Oscar hasta los 82 años con “Hacia rutas salvajes”).
Nominada para 8 Oscar de los cuales se llevó 4 (actor secundario, dirección artística, sonido y guión adaptado) y como siempre el gran olvidado fue quien más horas invirtió para que pudiéramos conocer esta historia y para que nunca cayera en el olvido, un demócrata comprometido como pocos, Robert Redford.

Carl Bernstein (Dustin Hoffman) y Bob Woodward (Robert Redford).

Los autenticos Carl Bernstein y Bob Woodward.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rescatas una joya que vi hace bastantes años y que vale la pena revisar. Qué buena caracterización la de Hoffman, en la foto parecen el mismo!

Saludos.

JKasker dijo...

Indiscutiblemente un clasicazo de los 70 y una lección de historia q nadie debería dejar pasar por alto.