Un poco desaparecido del compromiso informativo que supone tener un blog como este, me gustaría contaros a que me he dedicado estos días. Tengo que reconocer que he dejado un poco de lado el cine (aunque me pese) y he recuperado un poco la vida social y el placer que supone ver conciertos en directo. El cartel era de los que no se olvidan (pero no por su espectacularidad sino porque los artistas reunidos no pegaban ni con cola), pero por conocer el montaje del mismo ya era dinero bien invertido. Esta es la crónica es mi (des)concierto:
Vencimos el sopor en que el calor de la tarde del sábado nos había sumido, le dije a mi chica: “¡Es hora de irnos!”. Cogimos el coche y enfilamos nuestro camino hacía un polvoriento parking frente a un Hospital en donde fuimos recogidos por un autobús. Tras la inevitable espera, llegamos a la llamada Ciudad del Rock, a ese mega-festival por todos conocidos, el Rock in Rio, en su primera parada en España. A las 6:30 ya había aglomeraciones para poder acceder, pasamos por delante de los voluntarios, de los policías con perros antidrogas, de los militares del ejercito, la cosa parece que iba en serio.
Gente inmortalizándose en la misma puerta y Suzanne ya sonando de fondo. Nos acercamos a ver a Suzanne Vega en un escenario cuadrado, pequeño, casi ridículo, en el que había unos cientos de personas. Hace tiempo pagué para verla en la Sala Arena y me gustó, pero el sol, el calor y un espacio tan insultantemente grande no es lugar para una cantautora como Suzanne. Nos recorrimos el recinto: una avenida de enormes chorros de agua para refrescarse, chicas repartiendo cremas solares, chicas repartiendo condones, burger kings, telepizzas, el corte inglés, toda la oferta que el bolsillo pueda permitirse.
Mientras cenábamos pudimos oír el “Baila morena” de Zucchero, no era ningún hilo musical, el italiano más internacional estaba también allí. También escuchamos en la distancia algún acorde del llamado Flamenco All Stars, pero ni nos molestamos en verlo (con todos mis respetos). Tras ver el concierto restante de un Zucchero que iba arrastrándose tras sus canciones y escuchar su “Senza una donna”, fuimos a ver el escenario principal. Nos quedamos ensimismados ante su magnitud, ya estaban por allí los Estopa, esos fieles exponentes de la España profunda, la gente parecía conocerse las canciones y divertirse con los sonrientes hermanos Muñoz. Sentados en la hierba vimos también al embajador del Festival, Alejandro Sanz, que olvidándose de donde estaba alargó las canciones y las presentaciones de músicos hasta el desmayo, detrás de mi pude oír a una chica exclamar: “¡Ahora canta, hijo puta!”. Nos acercamos para ver de cerca a los Police, pocas novedades esperaba pues ya los ví el año pasado en Barcelona, y no me equivoqué, tan solo una canción distinta, pero me encontré con un barbudo Sting más comunicativo y volví a ser testigo de cómo la gente disfrutaba de volver a escuchar estas canciones tan antiguas desempolvadas y tocadas por los tres músicos originales que las crearon. Se armó un pequeño revuelo cuando vimos delante nuestro a Ronaldo con su nueva novia (al menos no parecía un travesti), aparentando ser todo un galán romántico. La salida fue caótica, imaginaros que tipo de logística se necesita para evacuar con rapidez a 80.000 personas, sencillamente es imposible, pero fuimos bastante afortunados de poder montar con rapidez en un autobús y de poder encontrar nuestro coche en la más absoluta oscuridad.
Vencimos el sopor en que el calor de la tarde del sábado nos había sumido, le dije a mi chica: “¡Es hora de irnos!”. Cogimos el coche y enfilamos nuestro camino hacía un polvoriento parking frente a un Hospital en donde fuimos recogidos por un autobús. Tras la inevitable espera, llegamos a la llamada Ciudad del Rock, a ese mega-festival por todos conocidos, el Rock in Rio, en su primera parada en España. A las 6:30 ya había aglomeraciones para poder acceder, pasamos por delante de los voluntarios, de los policías con perros antidrogas, de los militares del ejercito, la cosa parece que iba en serio.
Gente inmortalizándose en la misma puerta y Suzanne ya sonando de fondo. Nos acercamos a ver a Suzanne Vega en un escenario cuadrado, pequeño, casi ridículo, en el que había unos cientos de personas. Hace tiempo pagué para verla en la Sala Arena y me gustó, pero el sol, el calor y un espacio tan insultantemente grande no es lugar para una cantautora como Suzanne. Nos recorrimos el recinto: una avenida de enormes chorros de agua para refrescarse, chicas repartiendo cremas solares, chicas repartiendo condones, burger kings, telepizzas, el corte inglés, toda la oferta que el bolsillo pueda permitirse.
Mientras cenábamos pudimos oír el “Baila morena” de Zucchero, no era ningún hilo musical, el italiano más internacional estaba también allí. También escuchamos en la distancia algún acorde del llamado Flamenco All Stars, pero ni nos molestamos en verlo (con todos mis respetos). Tras ver el concierto restante de un Zucchero que iba arrastrándose tras sus canciones y escuchar su “Senza una donna”, fuimos a ver el escenario principal. Nos quedamos ensimismados ante su magnitud, ya estaban por allí los Estopa, esos fieles exponentes de la España profunda, la gente parecía conocerse las canciones y divertirse con los sonrientes hermanos Muñoz. Sentados en la hierba vimos también al embajador del Festival, Alejandro Sanz, que olvidándose de donde estaba alargó las canciones y las presentaciones de músicos hasta el desmayo, detrás de mi pude oír a una chica exclamar: “¡Ahora canta, hijo puta!”. Nos acercamos para ver de cerca a los Police, pocas novedades esperaba pues ya los ví el año pasado en Barcelona, y no me equivoqué, tan solo una canción distinta, pero me encontré con un barbudo Sting más comunicativo y volví a ser testigo de cómo la gente disfrutaba de volver a escuchar estas canciones tan antiguas desempolvadas y tocadas por los tres músicos originales que las crearon. Se armó un pequeño revuelo cuando vimos delante nuestro a Ronaldo con su nueva novia (al menos no parecía un travesti), aparentando ser todo un galán romántico. La salida fue caótica, imaginaros que tipo de logística se necesita para evacuar con rapidez a 80.000 personas, sencillamente es imposible, pero fuimos bastante afortunados de poder montar con rapidez en un autobús y de poder encontrar nuestro coche en la más absoluta oscuridad.
Según me dijeron el Viernes en las Fiestas de Chueca se ha dejado notar algo la huella de este macroconcierto, pero no me lo creo mucho porque siempre hay gente para todo.
Hoy me dediqué a reposar el concierto (a la vez que sufría un torneo de 7 horas Federer-Nadal) y ahora he tratado de rememorarlo en la línea poco concisa que me caracteriza.
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